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viernes, 23 de noviembre de 2012

Un buen día


La del teclado de Pin La lá es la que está en el centro de la foto, en la parte de arriba. Del resto del grupo no me pronuncio, por lo menos ahora.
 
 
 
Día duro para mí, este 22 n que acaba de dejarnos. Largo, duro y sin chiste, que quizá eso sea lo peor. Bueno, no. Lo peor, y hablando muy en serio, es que lo he aguantado con cuarenta otoños y haciendo una vida saludable. Manda cojones. Soportar un día así al natural, casi ultra vegano (mega-guay-de-la-muerte), sin la ayuda inestimable de mi subcomandante  Di-o  y su mercancía milagrosa, en otra vida, en otro tiempo, en otro lugar y quizás, también, todo sea dicho, en otro cuerpo diferente al que ahora pertenezco. Sin una triste, pero leal y melancólica borrachera. Sin aditivos ni conservantes. Así, tal cual. Tan soso, vacuo y anodino. Así me he tenido que tragar este dichoso día.
Al levantarme, fui conocedor por mis heces –que así es la vida informativa de un vegano ultra- de que Lana del Rey, Cristiano Ronaldo, Messi  y Artur Mas siguen estando bien cuando salen de mi vientre. Mucho más tranquilo, sabiendo que entonces el mundo iba a girar hoy sin problemas,  leyendo la prensa me he cerciorado de que Alicia Sánchez Camacho es de letras puras y que no se sabe maquillar, de que en Camden le van a hacer una estatua a su diva y otra  a su dealer, de que Björk no ha dedicado su nuevo trabajo, “Bastards”, a ningún político español (palabrita de gafapastas mayor), de que la Rolling Stones es ya  el suplemento del Hola y de que a Israel hoy, por fin, le ha dado por dejar el exterminio palestino para otra ocasión.
Después, en el trabajo, me he puesto a soñar –no me atrevo a decir que despierto- y me ha parecido ver a Pérez Reverte, Almudena Grandes, Paulo Coelho  y Ruiz-Zafón llorando a moco tendido porque un crítico cuarentón los ha puesto a parir, con toda la razón del mundo, mientras yo quemaba todos sus ejemplares de un Corte Inglés y ellos agotaban sus billetes de 100 euros, arrugados, acuosos y moqueados. Los de 50 los habían dilapidado antes en otros menesteres. Bueno,  todos menos Coelho, que él  los gasta en otras cosillas. Los había donado a un Centro Comercial especializado en productos budistas y alimentación vegana.
Cuando he despertado del sueño, ya era la hora de irse a casa, así que me he desperezado, he mirado con desprecio a los pelafustanes de mis compañeros y le he dejado una nota taimada a mi jefe, digna de un personaje ladino, lleno de astucia y bien alejado de la mediocridad del resto, como me considero, pidiendo un más que merecido aumento de mis honorarios.
Más tarde, tumbado en el sofá, he seguido la palabra de Fante, me he mirado el ombligo unas cuarenta veces y harto de tanta veleidad  insoportable, he decidido echarme una siesta tardía.
Como casi empalmo con la hora de la cena, me he visto en la disyuntiva de pedir doble ración de cerdo agridulce o una triple cheese burguer con triple de todo,  por teléfono. Como la decisión se me antojaba complicada de cojones, he tirado por la calle del medio y he encargado ambos manjares. Cuando he terminado la cena me he acordado de que era ultra vegano, y la verdad, me he sentido fatal. Francamente, muy, pero que muy  mal. He estado a punto de vomitar y todo. Pero luego me he parado a pensar “y por qué me he hecho yo vegano de las mil putas”, y me ha venido la mente La Vane, la cajera del Mercadona al que voy a comprar. Al tontear con ella, me comentó que solo conseguiría llevármela al catre si  me iba ese rollo ultra-mega-guay, ya que ella era militante y no toleraba relación sexual alguna con alguien que no fuese de su misma especie. Yo me dije “coño con las Yolis… cómo ha cambiado el cuento”, y me tiré al ruedo con una historieta de tintes ponzoñosos y bastante abyectos por mi parte. Pero la verdad es que llevaba dos meses sin follar, y la cabeza que pensaba entonces es la misma que la que lo hace ahora. Es decir, la de siempre.
Bueno, pues que como el recuerdo de La Vane me ha regalado al final del día una erección de considerable magnitud y la vuelta a mi realidad omnívora, he recapacitado y fruto de ello, he decidido que mejor me iba a la cama a dormir, previo post lamentable o libelo antivegano, que siempre viene muy  bien como sesión relajante  y psicoanalítica.
Cansado tras un día arduo e inaguantable, pero menos estresado  gracias a este escrito, y por supuesto a La Vane, finalizo haciendo resumen de la buena música que he disfrutado hoy, y de las veces que me he enamorado. Mientras me quedo dormido, exhausto, casi reventado de tanto esfuerzo vital, repaso mis amores del día; Kirsten Dunst,  Noomi Rapace, Leonor Watling, Sofia Coppola, la del teclado del Prin La Lá… “No está mal”, susurro entre resoplidos(y algún conato de ronquido). No he visto meter un gol a Mendieta realmente increíble, ni me ido con Erik a meterme cuatro millones de rayas, pero ya, entre sueños, sonrío y grito,  “ha sido un buen día, ¿Verdad, Jota?”.
Buenas noches.
 


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