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jueves, 1 de diciembre de 2011

Si bebes, no la cagues (II)

Mi punto de vista anoche. Y otras tantas noches.


Ocho horas después de cometer la estupidez.



Abro los ojos. Dolor de cabeza. Dolor de mandíbula. Vasos anchos, con culos de ginebra en la mesa. Una botella vacía en el suelo. Pegajoso. Aliento tóxico. Arma de destrucción masiva. Imposible tragar. Miro a izquierda y derecha, y me temo que no estoy en mi casa, aunque todo me resulta familiar. Oigo una voz infame, un ¡Qué noche más negra!
¿Lo ves?
(Que no se trague la lengua.)
(¿Qué pasa, chavalote?, ¿estás bien?)
Chungo ...
Chungo ...
Chungo ...
Chungo ..., y definitivamente mi cabeza rememora el puto Big Bang.


Es él. Es su apartamento. Es su estúpida voz y Love of Lesbian a todo volumen. Max no sólo encaja las drogas y el alcohol mejor que Poli Díaz los ganchos diestros de Pernell Whitaker, sino que al día siguiente aparece rutilante, el muy cabrón, restregándonos a los demás su frescor de limón del Caribe y su careto de anuncio de Estée Lauder. Sus desagradables alaridos, mal acompasando la música a tope, y sus arengas espabilatorias, son el pago por no haber llegado hasta mi casa anoche. Su apartamento está a cinco minutos del meollo noctámbulo, y se hace irresistible hacer parada y fonda con Max, ahorrándome media hora de pateo en un estado lamentable (Es más fácil encontrar un ovni que un taxi en esta ciudad. Apuntillo).


- Vaya pinta, tio… Ahí tienes paracetamol. Duchita, zumito y como nuevo.
- Ahora, ahorita, Ned Flanders…
- Ja, ja… Venga, que te voy haciendo el zumo, ¿le pongo un chorrillo de vodka?...
- Eres una perra muy graciosilla.
- Ya, pero una perra que te salvó ayer la vida, y ya van….
- ¿Pero qué dices? Te encanta dramatizar todo lo que nos pasa. Me voy a la ducha.
- Deja todo como está, que te conozco. Eh, ¿me oyes?... y no aproveches para ponerte mis cremas, y …
- ¡Que si coño, que si…! (que tío más pesado).
- ¡Te estoy escuchando!
- (Joputa…).


El cuarto de baño de Max es lo mejor de la casa. Es increíblemente grande y diáfano (para lo pequeño que es el apartamento), pero acogedor; inodoro y lavabo de diseño, grifería minimalista y ergonómica, papel pintado en lugar de azulejos y cremas, potingues, inciensos, velas aromáticas y mariconadas varias por doquier. Ah, y tiene razón el sarasa. Aprovecho cuando entro para untarme cremas antiarrugas, para el contorno de ojos, de las que reducen grasa del abdomen… Pruebo alguno de los innumerables perfumes, aguas frescas y colonias, también desodorantes, toallitas, e incluso, casi siempre (siempre), le mango alguna muestra de las cientos que tiene en cajas de colorines, que tiene perfectamente ordenadas, hasta que llego yo para revolverlas y tocarle un poco los cojones. Me encanta su baño. Y me encanta tocarle los cojones.

Y se me olvida lo mejor. La cabina de ducha con equipamiento de Serie: Lámpara Superior, extractor de vahos, jets de hidromasaje acupuntores, tele ducha móvil, generador de vapor, radio, conexión para CD, contestador telefónico, lámpara mural, esterilizador de ozono, masaje de pies…. Joder, si parezco un comercial de la tele tienda. Bueno, que es una pasada. Puedes escuchar el Chungo, chungo, chungo… mientras el agua y los vapores te devuelven a la vida. A la vida de Max. Eso si.


Continuará... Todavía queda lo mejor (aunque ya empiezo a dudarlo).


(Algunas plantas -Chungo,chungo,chungo...- de Love of Lesbian. Y tanto recuerdo de fiestas y fiestas...)