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lunes, 23 de mayo de 2011

¿A QUIENES LES INDIGNA QUE NOS INDIGNEMOS? (II)


A los políticos de los llamados grandes partidos, por lo menos a la mayoría, les molesta sobremanera el movimiento 15 M. Mejor dicho, les ha molestado. ¿Por qué cambio el tiempo verbal? Porque al político, en general, lo que le incomoda es todo lo que le pueda afectar en campaña electoral. Hasta aproximadamente dentro de un año (si no hay adelanto electoral; cosa que dudo) los niveles de indignación irán bajando, y en algún caso (de mucha desvergüenza), incluso se habrán ganado hasta adeptos a la causa. Es lo que tiene. El paso del tiempo ayuda a relativizar mucho las cosas. Entre otras, la cantidad de exabruptos, barbaridades y falacias que entonaron nuestros “dudosos” representantes legales (la legitimidad no sólo se gana en las urnas, pese a quien le pese).
Cuando se fueron desarrollando los acontecimientos en torno a la Puerta del sol y el resto de plazas españolas, al igual que el “Dream Team” de tertulianos, diferentes políticos salieron a la palestra; demostrando, en primer lugar, falta de objetividad y análisis de la situación. En segundo lugar, desconocimiento u olvido (intencionado en algún caso) de los precedentes históricos (Mayo del 68). Y en tercer lugar, una interesante disparidad de opiniones (según el partido), que a la postre resultaría paradójica.
Me explico. Numerosos representantes de la derecha lanzaron sus proclamas al cielo (con mucho desprecio, por cierto) a la sazón de, “Qué curioso que se hayan lanzado ahora a la calle”, “Está todo orquestado por el PSOE y por Rubalcaba”, “Está todo maquinado contra el PP”… Como en otros momentos recientes de nuestra historia, las horas en su trascurrir, les iban a quitar la razón (pero ya se sabe, difama que algo queda…). Paralelamente, la izquierda (o lo que queda de ella) se apuntaba al discurso de la resignación, medrosos por un lado de lo que estaba aconteciendo (se sabían culpables) y de lo que estaba por venir por otro lado(el batacazo electoral). Hay alguna excepción en ambas partes. Entre los primeros, como de costumbre, Rajoy se encomendaba a su praxis política de culto; el silencio (“mutismo y victoria”, ése es su eslogan). Entre los otros, algún caradura político, porque no se le puede catalogar de otra manera, que si no es porque en Ferraz todavía queda un mínimo de dignidad y cordura, se hubiese presentado en el Km 0 del movimiento indignado, creyéndose el salvador de la nueva patria. Al impedírselo, se ahorró algún que otro cogotazo, como mínimo.
Los precedentes estaban ahí para el que quisiera recordarlos. A parte de la similitud de los acontecimientos con el tan mentado mayo francés (niveles de hartazgo, gran distancia entre la visión real y la visión política de la realidad, espontaneidad…), las votaciones posteriores a la revuelta, tras disolver las Cortes De Gaulle, dieron mayoría a la derecha y un duro castigo a la izquierda. Históricamente, el /la votante de derechas es poco sensible a este tipo de movimientos (de hecho, si lo es, es por su beligerancia ante los mismos, creyéndose susceptible de su “posible ataque”) y sigue fiel a su principio conservador. De ahí la paradoja que citaba anteriormente. Esperanza Aguirre y demás voceros del PP casi levantan a sus bases, para hacer frente al movimiento, y sin embargo, van y arrasan en las elecciones post protestas… La historia se repite pero nadie se retractará, ni pedirá disculpas tras tantas necedades e improperios. Las elecciones han finalizado y se la traerá todo al pairo al político a partir de ahora. Volverá a sus andanzas sin que nada ni nadie le haya cambiado…
Pero cuidado, quizás no arranquemos de cero desde este momento. A partir del 15 M algo ha empezado a cambiar en nuestra sociedad. Intuyo que no sólo es mi deseo o mi esperanza. Las democracias contemporáneas han sido poco cuidadosas con sus inmensas minorías (sumando partidos pequeños sin representación, votos blancos y nulos, y abstenciones nos iríamos a más de un 40% de la población con derecho a voto). Si toda esta fuerza emergente consigue arrastrar, como una gran ola, parte de las miserias del sistema lejos de "la playa", éste les deberá una y estará en deuda con dicho movimiento. Si lo pretendido es una utopía o no, lo veremos en los próximos años. Mientras tanto, yo seguiré observando y analizando la realidad que nos ha tocado vivir con la mente y los ojos bien abiertos. Soñando con aquello que se me quedó grabado leyendo al gran Perich, “ABANDONEMOS LAS UTOPÍAS, HAGÁMOSLAS REALIDAD”.