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lunes, 24 de octubre de 2011

Música en la oficina

En el trabajo, adelantando tarea para el viernes. Si no está el jefe todo es más fácil... Objetivo Murcia. En el horizonte Supersubmarina y Kaiser Chiefs.







Ahora prefiero ser un indio

Hoy me he levantado con mucha energía. Hoy me apetece ensanchar el alma de buena mañana.





Hay días en los que termino pensando en Dylan

Pienso en que he estrujado al máximo esta semana. Mientras se diluye el domingo entre mis manos, me pongo un poco triste (como todos los domingos), y pienso en las últimas gotas del día, que caen por el desfiladero de mis dedos, antes de ser parte de un reseco recuerdo. Pienso en la insoportable levedad de nuestra existencia. Ahora pienso en Kundera. He repetido Carpe Diem muchas veces mucho. He leído y he intentado escribir. Pienso que quizá no he vivido todo lo que he necesitado vivir. Soy un cabrón muy vago, un cabrón que ha tenido facilidad para soñar. Un cabrón inconformista. Pero muy vago. Pienso en tres patéticos encapuchados con boina, como escribe José Ignacio en “Granada Hoy”, en su estúpida e inútil proclama, en toda la mierda que nos han hecho tragar sin compasión, que no nos ha dejado ni siquiera saborear los brindis del fin de semana. Pienso en los que no están. Pienso en los que han podrido su juventud en ocho metros cuadrados, en sus familias, en las familias que han diezmado, en el odio enquistado, en lo eternamente malos que somos los humanos. No quiero pensar en la ultraderecha, ni en sus medios, ni en sus zafias bocanadas. Ya tendré tiempo para indignarme (más aún). Ahora no me merecen la pena. Pienso también, en el chico que con veinticuatro años se deja la vida en el asfalto a 300 Km/h. Pienso en las causas y en las casualidades. Pienso en la brevedad. Otra vez en la levedad. Pienso otra vez en Kundera.

Sólo se me ocurre volver gritar Carpe Diem. Muchas veces. Mucho. Pienso estrujar todo lo que pueda la próxima semana. Pienso seguir siendo el mismo cabrón, pero un poco menos vago. Pienso en el discurso de Leonard Cohen. Pienso en la nueva ola de veinteañeros atrevidos. En sus ganas por la poesía, por el arte. En su descaro. Pienso en su atractiva provocación. Pienso en la envidia que les tengo. Pienso en odiarles. También en enamorarme de ellos. Pienso en las palabras de Dylan y en el perpetuo movimiento de la ilusión.

Ahora pienso que ya no sé ni escribir. Que cada día lo hago peor. Pienso que soy un escritor frustrado. Quiero dejar de pensar. Pienso que necesito leer un buen poema. Necesito una gran canción para dormir en paz. Es curioso que no haya pensado que lo que necesito es un poco de amor. A lo mejor es que no lo necesito. Vuelvo a pensar en el poema. En la canción. En Kundera. Pienso que lo mejor es que me vaya a la cama.



¿Cuantas veces un hombre debe de alzar la vista
Antes de que pueda ver el cielo?
¿Cuantos oídos debe tener un hombre
Antes de que pueda escuchar a la gente llorar?
¿Cuantas muertes tendrán que pasar hasta que él sepa
Que mucha gente ha muerto?
La respuesta, mi amigo, está soplando en el viento,
La respuesta esta soplando en el viento. (Bob Dylan).