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sábado, 14 de enero de 2012

Si bebes no la cagues (V)

 Esta fue una de las últimas imágenes que pasaron por mi mente, antes del fatal desenlace con el negro 2x2.



(Justo un momento antes de cometer la estupidez)

Caminando alegremente con mi gorda tetona, las dos birras y un cover de Two Doors Cinema Club bastante bueno, sonando a todo volumen, sentí como fluctuaba por la sala bailando de forma arrítmica, como de costumbre, mientras estrujaba hasta la última gota de ese momento de felicidad, que colmaba cualquier expectativa previa de la noche (si es que había concebido alguna, más allá que la de no recibir cien llamadas de Max diciéndome que fuera ya de una vez, o la de bajar al Mercadona a comprar cerveza, tras confirmar que la nevera estaba vacía).

Mi levitación vía carpe diem, de procesión a los lavabos, se vio truncada de golpe y porrazo por un “chico” negro de proporciones desmesuradas que no entraba en los márgenes de mi visión, ni con Full HD 1080p instalado. El negro mastodóntico tenía un cuello en el que se podía hasta torear y sus musculadas mazas no hacían augurar nada bueno para la integridad de mi cara. Del empujón que me dio (para empezar a hablar) por poco me incrusta en la puerta de los servicios de las chicas (cosa que probablemente no hubiera estado nada mal).



-          No lo mates Toni, no lo mates… -Gritaba la gorda, con una compasión de palo, que no convencería ni a Bigas Nula obnubilado con sus mamellas (Ahí lo empecé a ver todo muy, muy negro. Sin coñas.).

-          Al soplapollas este lo machaco aquí mismo. No voy ni a sacarte a la calle… ¡¡Qué coño hacías con mi chica?! ¡¿Quién cojones te crees que eres?!

-          No…No es lo que parece –Balbuceaba penosamente ante un corro de unas veinte personas, mientras me derramaba media cerveza encima para hacer  la escena un poco más patética- Yo no sabía…



La perraca de la Cani había discutido al principio de la noche con su novio, el armario empotrado, y quiso darle celos. A un tío, que por menos de media palabra de aliento ya te miraba armando el brazo para reventarte a ostias. Sabía bien lo que se hacía la muy… No le importaba lo más mínimo el desgraciado de turno al que mandara su Tyson poligonero al hospital. Hija de puta.

En ese momento no tuve nada de miedo. De repente, sería por arte de magia o bien por la cantidad de alcohol y pirulas que llevaba en mi cuerpo, el caso es que esperaba con una calma incomprensible que me dejaran hecho un guiñapo. No me importaba la imagen que estaba dando al personal que se iba multiplicando alrededor, y menos aún a la repelente cuadrilla de Max. Casi que me creía Bruce Willis (con lo que lo detesto), ensangrentado, jodido y en las últimas, encendiéndose un cigarrillo con sonrisa socarrona, gastando barba de cuatro días, desaliñado, pero con un toque de hombre-hombre de esos que ya no quedan, mientras movía la cabeza al son de la música de los Two Doors Cinema Club. No me vinieron imágenes de mi vida, esperando el fatal desenlace (exageraría), pero sí de las últimas ocho cervezas y de los cuatro culos que habían hecho casi descoyuntarse mi cuello esa misma noche.



-          ¡Hijo puta, cabrón! – Esa voz me era familiar. Mi ángel de la guarda afeminado había venido al rescate y yo mientras, contra pronóstico, disfrutaba de aquel instante. Benditas sustancias prohibidas…



 (Seguirá…)