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lunes, 6 de mayo de 2013

Combates a garrotazo limpio. Hoy: Baudelaire Vs Rimbaud.

Momento en el que arrancó el primer asalto. ¡Segundos fuera!... y empezaron a llover hostias como panes. Y la gente fue feliz por un momento.


Hace un tiempo -la verdad es que ni me acuerdo cuánto- me propuse ser el Don King de los combates literarios a garrotazo limpio -estilo goyesco, a la antigüa usanza- entre diferentes diablillos, e incluso algún angelico -para ver cómo terminaba vapuleado, claro; la sorna cuenta mucho en este tipo de eventos, casi siempre de caracter filantrópico-.

Se me ocurrió, para empezar, juntar a Murakami y Houellebecq, para que la cosa fuese de gentecilla contemporánea y no ser más papista que el Papa. La recaudación no entiende de ortodoxias ni hostias. Bueno, de hostias, si, la verdad. Y cuánto más rotundas, secas e hirientes, mejor. Algo así como una pelea de gallos entre raperos. Cómo mola. Éxito asegurado de público y crítica. Siempre.

Ese primer combate no tuvo mucha historia. L'enfant terrible no tuvo piedad del nipón corredor de fondo -sano,sanote-. De hecho, hay quien dice que Murakami sigue corriendo maratones por miedo a encontrarse con el bueno del francés. Cómo atiza el muy cabronazo.

Para esta segunda ocasión quería dos pesos pesados. Dos genios posrománticos. Dos animales de bellota del verso en forma de puño cerrado, certero, sublime. Casi indestructible. Dos monstruos del cuadrilátero maldito. Enseguida me llegaron propuestas de diferente índole, pero no acepté nada de lo que me venía. Fui yo a buscar directamente. Me arremangué y bajé al cenegal donde residen eternamente estos dos mitos franceses. Me costó mi buena pasta convencerlos -aparte de terminar comido de mierda-. Varias garrafas de absenta y mucha paciencia lisérgica. Pero al final fueron míos. Esta vez sí. Un combate a tumba abierta entre dos verdaderos diablillos. Una batalla con la que pasaría a la historia de los promotores de cualquier tipo de espectáculo. Y doy fé de que durante semanas así fue -así de efímera es la Historia en pleno siglo XXI-.

He aquí un pequeño ejemplo del inagotable intercambio de garrotazos. Un momento culmen del combate, en el que no escatimaron esfuerzos para recurrir al mismísimo averno, para reventarse a hostias, sin compasión. (Ah, al final, el combate fue declarado nulo porque ente Las flores del mal y la Orgía parisina, ambos, tras 12 asaltos, decidieron vía motu propio declarar el Descontento general y se pusieron a repartir garrotazos entre el respetable y los muchachos de la prensa):


[…]Oh Satán ten piedad de mi larga miseria!
Tú que das al perseguido esa orgullosa mirada
que en torno del cadalso condena a un pueblo entero.

¡Oh Satán ten piedad de mi larga miseria! Tú,
que en el corazón de las putas enciendes el culto
por las llagas y el amor a las mortajas.

¡Oh Satán ten piedad de mi larga miseria!
Báculo de exiliados, lámpara de creadores,
confidente de ahorcados y de conspiradores[...]

(Letanías de Satán. Charles Baudelaire)


He bebido un enorme trago de veneno. ¡Bendito tres veces el consejo que ha llegado hasta mí! Me queman las entrañas. La violencia del veneno me retuerce los miembros, me vuelve deforme, me derriba. Me muero de sed, me ahogo, no puedo gritar. ¡Es el infierno, la pena eterna! ¡Ved cómo se alza el fuego! Ardo como es debido. ¡Anda, demonio![…]

(Noche del infierno. Arthur Rimbaud).