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sábado, 17 de diciembre de 2011

Cuando terminas dando la razón a dos bastardos de Manchester, es que algo no funciona muy bien en el mundo. O más bien, en tu cabeza.

Liam, el díscolo. A sus labores. Siempre.

Noel. El que más controla. De hecho puede utilizar un dedo más que su hermano.





Antecedentes de estos hooligans del Manchester City, metidos (entre otras cosas) a estrellas de rock:


Noel Gallagher (éste es el cuerdo de los hermanos)
  • La razón por la que no he asesinado a Liam es porque no me gustaría ver a nuestra madre llorar.
  • Liam sólo tiene dos problemas: todas las idioteces que dice, y todas las idioteces que hace.
  • La gente odia a Phil Collins… y, si no, deberían.
  • Paul McCartney, uno de los grandes compositores de todos los tiempos, ha producido mierda de perro durante 25 años.
  • Si diesen medallas por tomar drogas en Inglaterra creo que ahora mismo tendría un pilón.
  • Una vez me senté junto a Liam en un vuelo de 15 horas para ir a Japón o algún sitio así. Fue terrible.
  • Liam es arrogante, borde, intimidador y un vago acabado. Es el tío más furioso que jamás conocerás. Es un hombre que va con tenedor en un mundo en el que sólo hay sopa.
  • A diferencia de mis colegas, yo no he ido a rehabilitación: putos maricones.
  • Ahora me dedicaré a emborracharme y a insultar a tantos músicos de los 80 como sea humanamente posible.
  • O me dejan escribir las canciones y somos superestrellas o se quedan aquí en Manchester por el resto de sus tristes vidas (antes de que se convirtiera en compositor principal de Oasis)  
  • Sólo porque vendas muchos discos no significa que seas bueno. Mirad a Phil Collins.
Liam Gallagher (éste, es el díscolo)
  • No hay ninguna duda de que soy el mejor.
  • ¿Kurt Cobain? Fue un imbécil que no pudo soportar la gloria.
  • El otro día Bono se me acercó y me dijo: “¿Cómo andas, hijo?”. “No soy tu hijo, pedazo de imbécil”, le contesté.
  • Soy Liam Gallagher, de Oasis. Todo el mundo me envidia, y, si no, deberían.
  • Puso toda su vida y todo su corazón en la música. Es el precio que hay que pagar por ser genial (Sobre Noel)
  • ¿Disciplina? No conozco esa palabra.
  • Estamos Lennon, Elvis y yo.
  • Si sintiera deseos de volarme los sesos, trabajaría en una mina de carbón o me haría paparazzi. Esta vida es jodidamente bella y no me volaré la cabeza por cualquiera: preferiría que alguien lo hiciera por mí.
  • Respeto a los Stones, pero sus últimos discos son una pila de mierda. Respecto a U2, no hablan como personas normales.

(A David Lento)

Y lo que tenía que suceder... sucedió.
Necesitaba confesión. Era urgente. Caminaba, confuso y tambaleante,  por Princess Street y de pronto un letrero de neón me iluminó interiormente. Comprendí. Era mi momento. Me sentía sucio y debía redimir por fín todos mis pecados (Oh, sí, dios; ¡TODOS! -Grité-).

5th Avenue, rezaba el cartel de la entrada. -Es una revelación- Me dije. Entré convencido de que en aquel gran templo de luces y sonido, encontraría la calma que necesitaba, la guía espiritual que me sacara de toda esa miseria que me rebozaba en acohol, drogas, mujeres ávidas de sexo y malos pensamientos, en los que llevaba sumido desde que estaba podrido de dinero.

No parecía distinguirse aquel lugar demasiado de los sitios que habituaba en los últimos dos meses. Paciencia - me repetía a mí mismo - Los caminos del señor son inescrutables. Llegué a la barra, después de lidiar con cuatro perracas, dos tíos muy chungos, una gorda que me recordó a...bueno a nadie, y tres camellos muy simpáticos que me dijeron que era la hora feliz (En Manchester se prolonga duarante tres días). Cuando posé mi codo sobre la madera pegajosa de la barra centeneraria del local, decidí esperar no sé bien a quien o a qué cosa. Si había llegado allí  de esa manera tan mística y cuasireligiosa es que el destino me tenía algo preparado. Algo importante, fundamental para el devenir de mi camino, en este espinoso camino de lujuría e ignominia en el que había convertido mi vida.

Mientras aguardaba, me dije, qué de malo hay en tomar una pinta para calmar la sed de la espera. Me dije, también, sería de tontos desaprovechar la happy hour local de esos camellos tan simpáticos, y claro, puestos a decirme, me dije igualmente, sería de malnacidos no invitar a ese par de hijos de puta que se están peleando con el camarero y rompen vasos a ritmo de eructos.

En ese momento, vi proyectarse hacía mí una tenue, pero muy favorecedora para mi cara, luz cenital, que hizo elevarme por encima de todas las cabezas de aquella sala. Cabezas rapadas, con rastas, cabezas melenudas, con flequillos infames, engominadas, cabezas que parecían verdaderos zepelines, cabezas sin pelo; incluso cabezas cuadradas. También cabezas que no eran exactamente cabezas.

Cuando me quise dar cuenta ya había caído de bruces y estaba en medio de Noel y Liam. Ellos me acogieron como buenos samaritanos. Ellos me guiaron. Ellos me drogaron, me emborracharon y me metieron en dos peleas. Ellos me prometieron la gloria eterna. Yo decidí seguirles. Me mostraron el camino. No era muy distinto al que ya conocía, pero me dije, qué cojones, es mi sino, aleluya, aleluya, cada uno con la suya... Me tocaron una canción, y como soy un maldito sentimental de mierda (un inconsciente), me convencieron. Hicieron que mi corazón dejara de llorar. Qué hijos de puta.