Puedo escribir en la penumbra
o con el haz de luz que penetra horizontal inviolable
sin permiso
como siempre por la ventana de la cocina
puedo hacerlo mientras se masturba
la vecina de enfrente mientras la espío
y recuerda
otro lugar y otro tiempo y otra vida diferente
puedo escribir observando
las sombras que habitan en mi habitación de nuevo
puedo hacerlo en rojo como siempre
a lápiz como antes o en mayúsculas
como nunca
puedo escribir en las paredes y de paso
puedo subirme por ellas puedo puedo
en papeles rotos servilletas usadas retretes públicos
en mi frente en tu cara en la luna
en sueños encima enseguida
en tu casa o en la mía
puedo escribir sin permiso por cojones por desidia
puedo encontrarme con la disyuntiva escribir o no escribir
pero al final termino escribiendo
discursos opiniones versos delirios canciones
estupideces
puedo escribir ME
puedo escribir TE
puedo dejar de hacerlo
El segurata que quería ajusticiarme, en una instantánea previa a su primera comunión. Más tarde, el buen chico decidió pasarse al lado oscuro.
(El momento justo de la estupidez y sus inmediatas consecuencias).
En ese momento, sin ninguna explicación racional más allá que la puramente lisérgica, me levanté del suelo como pude, quiero imaginar, y casi todo ocurrió como a cámara lenta. Mejor dicho, todo lo que me rodeaba, incluidos Max, el negro 2x2 y la supercani tetona-traidora, iba a un ritmo estándar, como los vinilos de 33 rpm, mientras que yo, envuelto en una extraña, pero increíblemente agradable nebulosa, me cagaba en dios a 45, e incluso 78 rpm. Me sentía etéreo, volátil, sublime y muy por encima de todos los allí presentes. Podría haberles cagado desde mi gloria de las alturas, esparciendo mi legado pseudomoral a través de una lluvia escatológica sin parangón. Podría haberme convertido en el puto neoNeo, en una especie de Robin Hood con forma de ninja justiciero, repartiendo hostias como panes entre todos los quinquis pastilleros, gañanes y paletos; todas sus novias yolis, putones de barrio con anhelos de putón de reality televisivo; el segurata, negro, zaíno, de padre bragado y a punto de ser astifino, de 130 kl, que quería partirme las piernas y el careto; la gorda de su novia, embaucadora, maquiavélica e hija de la gran puta; e incluso entre el grupo de intelectualillos, reivindicativos de lo obvio, encabezado por el subcomandante para esos menesteres, Maximiliam.
Podría haber hecho todo eso y mucho más en el estado en el que me encontraba. Pero justo al levantarme, tras oír el graznido de Max, observé como éste me hacía claramente la señal de los alicates (haciendo una especie de tijera con los dedos índices), que habíamos aprendido hacía años, en el instituto, para otros fines porculeriles de adolescentes. Sin más dilación, el inconsciente amanerado le propinó una patada en los cojones al gigante negro y a toda velocidad se agachó tras él, agazapado como una tortuga asustada. Sin pensármelo dos veces, hice gala de una exquisita técnica en aquel juego infame de niñatos abúlicos; le di un empujón con todas mis fuerzas al Shrek moreno, que se quejaba, haciéndome una especie de reverencia dolorosa, y Goliat fue derrumbado al desequilibrarse con un "objeto", deliberadamente arrodillado y protegido. Tras el batacazo, volví al mundo de la velocidad "real".
Con nuestra victima en el suelo, cogí los abrigos y salí corriendo, abriéndome a golpes y codazos entre la muchedumbre. - ¡Vamos Max! ¡¿A qué esperas, coño?!
Miré hacia atrás fugazmente mientras gritaba. Entre luces rojas, verdes y moradas, y destellos intensos de claridad producidos por barras de leds blanco puro, precedidas de unas décimas de oscuridad, me pareció ver como Max le daba otras dos patadas en los huevos al negrazo, aprovechando la situación desguarnecida de un tío tan grande en el suelo, todavía aquejado del primer impacto, seco, fulgurante y efectivo (Max siempre había sido un maestro en lides de pateamiento). También observé como se agachaba y cogía algo, pero como una bala se puso a mi zaga. Salimos de la Cosera corriendo como auténticos keniatas en un mundial de cross y no giramos la cabeza durante un buen rato.
Cuando los pulmones no dieron más de sí y la saliva me supo a sangre, paré de golpe. Estábamos a más de un kilómetro de la sala y nos habiamos perdido entre un maremágnum de callejuelas, que eran totalmente desconocidas para mí. Miré hacia todo los lados. No había nadie, no parecía que nos hubieran seguido hasta allí. Max se paró también, nos miramos al mismo tiempo, en silencio, con las caras casi desencajadas del esfuerzo y de la tensión vivida, y de pronto, al unísono, empezamos a reírnos como salvajes, añadiendo a las carcajadas algún que otro grito, que denotaba alivio, alegría a borbotones y restos de la adrenalina consumida.
Nos encendimos un cigarro y lo disfrutamos más que si hubiéramos echado un buen polvo. No nos decíamos absolutamente nada. Sólo fumábamos felices, inhalando el humo de la victoria. Estábamos deleitándonos con el momento, lo viviamos con todos nuestros sentidos a flor de piel, y en ese instante nos sentimos invencibles. Los putos amos del mundo. Pocas veces en mi vida he tenido una sensación similar a la experimentada en ese oscuro callejón, alejados de todo el ruido, apoyados en un Seat Ibiza rojo, mientras el lucky se consumía al son de nuestra sintonía muda. En silencio es como mejor se asimilan los grandes triunfos. Esa misma noche estaba siendo consciente de ello.
- ¿Qué es eso? - Pregunté. rompiendo el momentazo, cuando ví a Max sacarse una especie de cartera de cuero muy usado.
- Nuestro fin de semana subvencionado. - ¿Qué?... ¿Qué quieres decir con...? No, no habrás sido capaz... ¡Hijo de puta!, dime que eso no es...
- ¡La cartera del segurata cabrón! - Vociferó Max, mientras reía de nuevo como un poseso- Mira tío, 300 napos llevaba el muy bastardo... y marihuana... parece buena, a ver como huele... umm... ¡Pura vida, hermano!- Me dijo, emulando a Denis Hopper en Easy Rider.
La noche continuó siguiendo las directrices maxistas, es decir a full, sin contemplaciones y sin demasiada coherencia ni templanza, hasta que nos fundimos practicamente los 300 euros y la bolsa de maría, alternando algún viaje a los lavabos de La Terna, y posteriormente de la Bonney. Fue una noche gloriosa. Una gran fiesta en la que los protagonistas absolutos fuimos Max y yo. Todo lo demás nos daba lo mismo. Recuerdo vagamente ser feliz, olvidar la pose de chico atormentado y disfrutar como un crío de aquel momento.
Sé perfectamente que se lo debo a Max. Puede que lo necesite. Puede que incluso llegue a quererlo un poco. Algún día.
Esta fue una de las últimas imágenes que pasaron por mi mente, antes del fatal desenlace con el negro 2x2.
(Justo un momento antes de cometer la estupidez)
Caminando alegremente con mi gorda tetona, las dos birras y un cover de
Two Doors Cinema Club bastante bueno, sonando a todo volumen, sentí como
fluctuaba por la sala bailando de forma arrítmica, como de costumbre, mientras
estrujaba hasta la última gota de ese momento de felicidad, que colmaba
cualquier expectativa previa de la noche (si es que había concebido alguna, más
allá que la de no recibir cien llamadas de Max diciéndome que fuera ya de una
vez, o la de bajar al Mercadona a comprar cerveza, tras confirmar que la nevera
estaba vacía).
Mi levitación vía carpe diem, de procesión a los lavabos, se vio
truncada de golpe y porrazo por un “chico” negro de proporciones desmesuradas que
no entraba en los márgenes de mi visión, ni con Full HD 1080p instalado. El
negro mastodóntico tenía un cuello en el que se podía hasta torear y sus musculadas
mazas no hacían augurar nada bueno para la integridad de mi cara. Del empujón
que me dio (para empezar a hablar) por poco me incrusta en la puerta de los
servicios de las chicas (cosa que probablemente no hubiera estado nada mal).
-No lo mates Toni, no lo
mates… -Gritaba la
gorda, con una compasión de palo, que no convencería ni a Bigas Nula obnubilado con sus mamellas (Ahí lo empecé a ver todo
muy, muy negro. Sin coñas.).
-Al soplapollas este lo
machaco aquí mismo. No voy ni a sacarte a la calle… ¡¡Qué coño hacías con mi
chica?! ¡¿Quién cojones te crees que eres?!
-No…No es lo que parece –Balbuceaba penosamente
ante un corro de unas veinte personas, mientras me derramaba media cerveza
encima para hacer la escena un poco más patética-
Yo no sabía…
La perraca de la Cani había discutido al principio de la noche con su novio,
el armario empotrado, y quiso darle celos. A un tío, que por menos de media
palabra de aliento ya te miraba armando el brazo para reventarte a ostias. Sabía
bien lo que se hacía la muy… No le importaba lo más mínimo el desgraciado de
turno al que mandara su Tyson poligonero al hospital. Hija de puta.
En ese momento no tuve nada de miedo. De repente, sería por arte de
magia o bien por la cantidad de alcohol y pirulas que llevaba en mi cuerpo, el
caso es que esperaba con una calma incomprensible que me dejaran hecho un
guiñapo. No me importaba la imagen que estaba dando al personal que se iba
multiplicando alrededor, y menos aún a la repelente cuadrilla de Max. Casi que
me creía Bruce Willis (con lo que lo detesto), ensangrentado, jodido y en las
últimas, encendiéndose un cigarrillo con sonrisa socarrona, gastando barba de
cuatro días, desaliñado, pero con un toque de hombre-hombre de esos que ya no
quedan, mientras movía la cabeza al son de la música de los Two Doors Cinema
Club. No me vinieron imágenes de mi vida, esperando el fatal desenlace (exageraría),
pero sí de las últimas ocho cervezas y de los cuatro culos que habían hecho casi
descoyuntarse mi cuello esa misma noche.
-¡Hijo puta, cabrón! – Esa voz me era familiar. Mi ángel de la guarda
afeminado había venido al rescate y yo mientras, contra pronóstico, disfrutaba
de aquel instante. Benditas sustancias prohibidas…
Una Coixetoamiga** de Max. No todas son así de sexis, más bien todo lo contrario; pero adjunto la menos recalcitrante y la que más me pone.
(Sigue de unas ocho horas después de cometer la estupidez...)
Al salir del reconfortable cuarto de baño
de Max, tras desordenarle todos los potingues y chuminadas de marras, tal y
como mandan los viejos cánones de mis visitas, me dispuse a desayunar lo que me
había preparado el buen samaritano de mi amigusilla*.
- ¡¡Maximiliano!! -Le cabreaba
enormemente que le llamara así (y por eso lo hacía). Le recordaba a sus padres,
cuando le echaban las crueles broncas que tanto rememora cuando está
melancólicamente borracho. La bramada ¡Maximiliano Gutiérrez Castillo!
era el preludio de un marronazo padre (y/o madre) y de varias tardes de severos
castigos. Algo parecido ocurría cuando El Padre Urdaci, su tutor en los
Escolapios, lo llamaba a filas de la misma guisa para alguna cabronada de cura
amargado. A Max no le gusta demasiado hablar de su infancia, es más, suele
omitir todo lo que puede cualquier circunstancia que le aconteciera antes de
los quince años, tierna edad a la que Maximiliano Gutiérrez Castillo
desapareció del mapa y prorrumpió, como de otra galaxia, el Max a secas que
conocí hace ya veinte años casi, conocido también por sus coixetoamigas y
amigusas**, como Maxi o Maximiliam. Bueno, el caso es que el adolescente
Guti, como le llamaban los pajilleros alelados de su clase, un buen día decidió
que estaba ya cansado de toda esa mierda de educación decimonónica, de padres
biológicos y padres con sotana, y aprovechó una beca para irse a Londres a
acabar el bachillerato en un college de mucho prestigio, moderno que te cagas y
laico. Sobre todo muy, pero que muy laico. Sus padres no las tenían todas
consigo, pero las magníficas notas de su hijo, el afán competitivo que le
habían inculcado, el aprendizaje de idiomas y la cuantía económica de la beca,
fueron motivos más que suficientes para convencer a los Gutiérrez (ya estaban
hechos a lo anglosajón). Y dejaron volar a su polluelo. De su estancia en
tierras inglesas adquirió cierta estética mod, con ciertos ramalazos traspunk y
otros tantos que ya llevaba de fábrica y que allí se acrecentaron, hasta
dilatarse del todo.
-¡Maaaaaxiii!...-Grité de forma tan desagradable que mis
sienes, estuvieron a punto de estallar, y me resonaron de golpe los excesos de
la noche. Max no estaba. Me había dejado un desayuno digno de un hotel de lujo.
Desde luego para estos detalles era único, el mejor. Aparte del paracetamol,
había cortado la fruta que más me gustaba en trozos de bocado, como me gustaba;
zumo de naranja bien fino y pasado, como me gustaba; café, leche, azucar
morena, como me gustaba; y unos panecillos recién hechos con tomate restregado
y jamón, como me gustaba. Qué cabrón. Es para quererlo; como a él le gustaba.
Mientras engullía como un poseso, leí una nota que Max me había dejado en la
mesa de la cocina, en una hoja morada, escrita con rotulador fino verde y
corazones en vez de puntos en la íes (son las cosas que tienes que aguantar
con él si quieres desayunar a cuerpo de rey):
Guapetón, que te aproveche el desayuno.
Meacaban dellamar y tengo que irme a cubrir la baja de
una compañera de forma urgente. Se trata de una entrevista a Javier Marlén,
¡¡uuuuhhhhh!!, debe ser mi día de suerte, con el morbo que me da el cacho
perraco... Ya me podía dar a mí un repaso a lo Majón, majón, ¿no crees? Por
cierto, luego te llamo para tomarnos unas cañas, y hablamos de tu affeire con
Tetazas womany del negrito con dos
cuartas de pescuezo... a-há... e invito yo, of course...a-há...
Besitos. Max, El Justiciero empastillado.
Me reí un momento hasta que recordé a la
gorda... y joder, al negro de 2x2, madre mía, se me había olvidado por
completo.... (Sonó el móvil y por unos instantes se me pasó la angustia que
había empezado a viajar por mi estómago).
Sms de Daniela. Perdona, creo que fui
un poco arisca contigo el otro día. Pero no es posible que seamos amigos.
Espero que te vaya todo bien (añadiendo igualmente un emoticono absurdo, de
esos que pretenden usurpar las palabras y emular un gesto humano, en su mayoría
falso, forzado. Hipócrita).
Todo bien. Qué generalización más
absurda. Que me vaya bien, qué, ¿el trabajo? ¿mi vida sexual? ¿mi vida
sentimental? Y qué más... ¿Que gane mi equipo todos los domingos? ¿que me toque
la loteria de Navidad? ¿que descubran este año un jarabe que elimine la
alopecia en una noche? Pues eso. Que me vaya bien todo. Vaya una mierda de
despedida.Prefiero que me manden atomar por culo. Es más creible, y casi que me
dejaría mejor cuerpo.
Los sms son un invento diabólico. Es más,
si vas borracho pueden provocar verdaderas hecatombes. Ripios excesivamente
intimistas, bochornosamente románticos. Palabras indignas desde la embriaguez,
que salen de un exceso alcohólico-digital, de un tecleo gratuito. Casi
indecente. Debería estar prohibido mandar sms en según que circunstancias. Y
penar con carcel la reiteración, incluso.
*: Amigusilla; amigo sarasilla.
**:Coixetoamiga; amiga de Max, amante en cuerpo, estética y alma de Isabel Coixet. Amigusa; amigo sarasa de Max, amante en cuerpo, estética y alma de Maxi o Maximiliam.
Tras leer el sms, encendí la tele y me encontré con El Columpio Asesino. Se me quietaron todas las tonterías. Y lo flipe un rato.
Voy a adentrarme en la muchedumbre. En el núcleo de la multitud y de la gran bola de mierda que configura. La vorágine inhumanizada de la masa me atrae por la destrucción que en sí misma conlleva. ¿Masoquismo? Quizá. Aunque yo prefiero llamarlo Análisis Sociológico mediante Observación Participante. Morbosidad. Pura y dura. Luego vomito, me purgo, escucho la canción mutante, escribo y vuelvo a empezar.
Estamos tan
intoxicados uno del otro Que de improviso podríamos naufragar, Este
paraíso incomparable Podría convertirse en terrible afección. Todo se ha
aproximado al crimen Dios nos ha de perdonar A pesar de la paciencia
infinita Los caminos prohibidos se han cruzado. Llevamos el paraíso como
una cadena bendita Miramos en él, como en un aljibe insondable, Más
profundo que los libros admirables Que surgen de pronto y lo contienen
todo.
"Si fumo más de lo normal y el tragaluz no está cerca evitaré, entre el ruido, ser reconocido. Entonces sí, te llamaré para anunciar que hay esperanza para todos". (Jean Paul).
Puede que no sea tan buena idea
mezclar paracetamol
alcohol disofrol tabaco
soledad
muchedumbre algún que otro petardo
en la calle
y fuegos artificiales.
A veces me daría una buena ostia.
Hoy Ahora mismo.
Pero no puedo casi
ni levantar los brazos.
Terapia de choque.
Escribir (te)
solucionará el problema
(Debo salir de este cuerpo
vacuo mustio inerte
casi inexistente).
Repeat mode. Pista uno.
El resto
mañana se verá. O no.