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viernes, 8 de octubre de 2010

Pequeña melancolía

Algunos lloran, otros chillan y corretean sin parar, y los menos, quedan petrificados, como ensimismados con una instantánea llena de charcos, piedras y barro. Mucho barro.
Hay una solitaria que lanza hojas secas al viento y sonríe placidamente, cuando alguna se posa sobre sus cabellos.
Mas allá, también hay una fila algo caótica, en torno a una fuente de piedra blanca, y el niño pelirrojo ha salpicado a todo el que tenía a su alrededor. Como todos los días.
Suena la sirena de fondo, desaparecen los niños del patio, y ya siento ese dichoso vacío por dentro. Desde mi balcón.