“Como los ángeles al salir el sol…”, cantaban al unísono cientos de adolescentes sudorosas, mientras dejaban al descubierto acné y horribles braquets.
Eran más de las doce, y allí me encontraba, ante un ejército de jóvenes lobas segregando hormonas a discreción, que abducidas por el ambiente, chillaban sin parar, embriagadas de cola Light e histeria colectiva.
Las canciones eran melodías deplorables con letras infames. Aquello era insufrible, pero había que trabajar. La cosa está muy mal.
Juré y perjuré tras los alaridos descompasados de “¡otra, otra!…” que me largaba en ese mismo instante del pabellón.
Toqué la última y me fui corriendo. Por la puerta de atrás.
1 comentario:
Apenas se apagaron las luces y mientras todavía atronaban "¡otra!, ¡otra!..." las miles de jovencitas desbocadas, no se quien dió la orden pero ya andaban los Riger en lo más alto.
Señores, empieza la coreografía del otro concierto.
Hierros, cuerdas, poleas... y a base de cojones (los teóricos dirían fuerza), pieza por pieza cual puzzle a la inversa, en su caja y en su sitio.
¡Puuuull!, ¡Puuuull! ¡Puuuull!
Lo que se construyó en 12 horas, se destruyó en 5.
Y amaneció, que no fué poco.
Anécdota (hubo muchas):
A un servidor, descamisado, sudoroso, "comío" de mierda, con casco de riger en la tapadera del craneo y sin despegar los pies del suelo, le regañó un "Maguila Gorila" por hacerle una foto a Enrique Martín en el ensayo (Ricky para los amigos).
Sin duda, una gran experiencia en mi vida. A la salud del Melenas.
Salud y Rock. Morsa.
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