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jueves, 23 de septiembre de 2010

“2036 Omena-G”, o seguir nadando a contracorriente de la corrección.


Els Joglars cumple su cincuenta aniversario fiel a sus principios fundacionales, y para que no quede el cumpleaños en una celebración inocua, nada mejor que desplegar sobre el escenario las mejores armas con las que cuentan los de Boadella. Puede que alguno crea que son como piedras arrojadizas por adolescentes palestinos contra tanques y misiles israelíes, pero que no se confundan, hay pedradas que al poder siempre le van a doler; cuando uno no tiene nada que perder (porque nadie le ayuda) se convierte en un peligro viviente para el que se cree todopoderoso.
Puede que exagere un poco y no haya que sacarle tanta punta al arte, puede que el postulado de Wilde al respecto sea cierto; pero a veces, cuando la realidad me enerva, me apetece creer que hay gente como Els Joglars; íntegros, decididos, valientes, valleinclanianos… Artistas de verdad. Gente que, al igual que el salmón, tiene como modus vivendi la contracorriente y no ven otra alternativa, por mucho que pasen los años.
Y los años pasan, de eso si que no nos queda duda alguna, y Albert Boadella, sin perder el humor y el sarcasmo, anticipa con este montaje una posible versión del ocaso del grupo.
“2036 Omena-G”, trata de cambiar las fechas y situarnos en el 75 aniversario del grupo, lo demás, como dice el propio director, es “sólo un cálculo de probabilidades, muchos ensayos y la experiencia de 50 años”.
Una terna de excelentes actores, desarrollan un montaje histriónico, lleno de humor corrosivo, inteligente e impertinente. La obra no es apta para todo aquel que le ofenda este tipo de humor, sea de centro, derecha, izquierda, creyente, católico, musulmán, agnóstico, ateo o indiferente. Las ostias caen a todos lados, sin compasión.
Els Joglars, por si no se me había notado, son mi debilidad. Es teatro de primera dimensión. No es de extrañar que este grupo no quepa en ningún sitio; son demasiado grandes. Muy buena interpretación, mejor dirección y humor cáustico a raudales. ¿Quien puede dar más?
El maestro espiritual Sivanande, en boca de uno de los ancianos actores, riéndose de su carácter catalán en un pasaje de la obra, dice que “hacen falta cuarenta músculos para fruncir el ceño, pero sólo quince para sonreír”… Así que tomaré buena cuenta. Además, yo también soy catalán.

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