El amor se ha sentado en el cráneo
de la humanidad
y en este trono el profano
de risa descarada,
sopla alegremente burbujas redondas
que suben en el aire,
como para juntar los mundos
al fondo del éter.
El globo luminoso y frágil
toma un gran vuelo,
estalla y escupe su alma tenue
como un sueño de oro.
Oigo el cráneo en cada burbuja
rogar y gemir:
"Este juego feroz y ridículo,
¿cuándo ha de terminar?
Pues lo que tu boca cruel
esparce en el aire,
monstruo asesino, es mi cerebro.
¡Mi sangre y mi carne!"
(Baudelaire)
Toro, de "El Columpio Asesino", o la banda sonora de mi vida este último mes del año.