La del teclado de Pin La lá es la que está en el centro de la foto, en la parte de arriba. Del resto del grupo no me pronuncio, por lo menos ahora.
Día duro para mí, este 22 n que acaba de dejarnos. Largo,
duro y sin chiste, que quizá eso sea lo peor. Bueno, no. Lo peor, y hablando
muy en serio, es que lo he aguantado con cuarenta otoños y haciendo una vida
saludable. Manda cojones. Soportar un día así al natural, casi ultra vegano
(mega-guay-de-la-muerte), sin la ayuda inestimable de mi subcomandante Di-o y
su mercancía milagrosa, en otra vida, en otro tiempo, en otro lugar y quizás,
también, todo sea dicho, en otro cuerpo diferente al que ahora pertenezco. Sin
una triste, pero leal y melancólica borrachera. Sin aditivos ni conservantes.
Así, tal cual. Tan soso, vacuo y anodino. Así me he tenido que tragar este
dichoso día.
Al levantarme, fui conocedor por mis heces –que así es la
vida informativa de un vegano ultra- de que Lana del Rey, Cristiano Ronaldo,
Messi y Artur Mas siguen estando bien
cuando salen de mi vientre. Mucho más tranquilo, sabiendo que entonces el mundo
iba a girar hoy sin problemas, leyendo
la prensa me he cerciorado de que Alicia Sánchez Camacho es de letras puras y
que no se sabe maquillar, de que en Camden le van a hacer una estatua a su diva
y otra a su dealer, de que Björk no ha
dedicado su nuevo trabajo, “Bastards”, a ningún político español (palabrita de
gafapastas mayor), de que la Rolling Stones es ya el suplemento del Hola y de que a Israel hoy,
por fin, le ha dado por dejar el exterminio palestino para otra ocasión.
Después, en el trabajo, me he puesto a soñar –no me atrevo a
decir que despierto- y me ha parecido ver a Pérez Reverte, Almudena Grandes,
Paulo Coelho y Ruiz-Zafón llorando a
moco tendido porque un crítico cuarentón los ha puesto a parir, con toda la
razón del mundo, mientras yo quemaba todos sus ejemplares de un Corte Inglés y
ellos agotaban sus billetes de 100 euros, arrugados, acuosos y moqueados. Los
de 50 los habían dilapidado antes en otros menesteres. Bueno, todos menos Coelho, que él los gasta en otras cosillas. Los había donado
a un Centro Comercial especializado en productos budistas y alimentación
vegana.
Cuando he despertado del sueño, ya era la hora de irse a
casa, así que me he desperezado, he mirado con desprecio a los pelafustanes de
mis compañeros y le he dejado una nota taimada a mi jefe, digna de un personaje
ladino, lleno de astucia y bien alejado de la mediocridad del resto, como me
considero, pidiendo un más que merecido aumento de mis honorarios.
Más tarde, tumbado en el sofá, he seguido la palabra de
Fante, me he mirado el ombligo unas cuarenta veces y harto de tanta
veleidad insoportable, he decidido
echarme una siesta tardía.
Como casi empalmo con la hora de la cena, me he visto en la
disyuntiva de pedir doble ración de cerdo agridulce o una triple cheese burguer
con triple de todo, por teléfono. Como
la decisión se me antojaba complicada de cojones, he tirado por la calle del medio
y he encargado ambos manjares. Cuando he terminado la cena me he acordado de
que era ultra vegano, y la verdad, me he sentido fatal. Francamente, muy, pero
que muy mal. He estado a punto de
vomitar y todo. Pero luego me he parado a pensar “y por qué me he hecho yo vegano de las
mil putas”, y me ha venido la mente La Vane, la cajera del Mercadona al que voy
a comprar. Al tontear con ella, me comentó que solo conseguiría llevármela al
catre si me iba ese rollo ultra-mega-guay, ya que ella era militante y no toleraba relación sexual alguna con alguien que no fuese de su misma especie. Yo me
dije “coño con las Yolis… cómo ha cambiado el cuento”, y me tiré al ruedo con
una historieta de tintes ponzoñosos y bastante abyectos por mi parte. Pero la
verdad es que llevaba dos meses sin follar, y la cabeza que pensaba entonces es
la misma que la que lo hace ahora. Es decir, la de siempre.
Bueno, pues que como el recuerdo de La Vane me ha regalado
al final del día una erección de considerable magnitud y la vuelta a mi
realidad omnívora, he recapacitado y fruto de ello, he decidido que mejor me
iba a la cama a dormir, previo post lamentable o libelo antivegano, que siempre
viene muy bien como sesión
relajante y psicoanalítica.
Cansado tras un día arduo e inaguantable, pero menos
estresado gracias a este escrito, y por
supuesto a La Vane, finalizo haciendo resumen de la buena música que he
disfrutado hoy, y de las veces que me he enamorado. Mientras me quedo dormido,
exhausto, casi reventado de tanto esfuerzo vital, repaso mis amores del día; Kirsten Dunst, Noomi Rapace, Leonor Watling,
Sofia Coppola, la del teclado del Prin La Lá… “No está mal”, susurro entre
resoplidos(y algún conato de ronquido). No he visto meter un gol a Mendieta
realmente increíble, ni me ido con Erik a meterme cuatro millones de rayas,
pero ya, entre sueños, sonrío y grito, “ha sido un buen día, ¿Verdad, Jota?”.
Buenas noches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario