La mujer de la foto sonreía… Un día más.
A los ciento nueve pasos hasta el autobús, les seguía la anodina espera de cinco minutos en la parada, un viaje hacinado entre desconocidos habituales, y al final, un destino ordinario.
Una vez en la colmena de despachos de mi planta, levantaba la vista y me encontraba de bruces con esa foto “familiar”, en la que todos los empleados posábamos mustios y grises, con la mirada perdida. Bueno, todos menos la mujer sonriente de la última fila.
No dejaba de mirarla, y la verdad; soñaba a diario con el momento, en el que por fin, pudiera cruzarme con ella.
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